La estufa es muy importante en el anexo, la usaban para quemar la mayor parte de la basura porque no podían simplemente tirar las cosas afuera, en un tacho porque la gente que trabajaba en el almacén podría sospechar o preguntar si veían demasiada basura. Entonces quemaban la basura en la estufa aun en los días de más calor.
A veces, los ocupantes del refugio comentan detalladamente sus deseos acerca de qué harán cuando recobren la libertad. Ana los apunta todos el 23 de julio de 1943: "Lo que más anhelan Margot y el señor Van Pels es un baño de agua caliente hasta el “cogote”, durante por lo menos media hora. La señora Van Pels quisiera irse enseguida a comer pasteles, Pfeffer en lo único que piensa es en su Charlotte, y mamá en ir a algún sitio a tomar café. Papá iría a visitar al señor Voskuijl, Peter se iría al centro y al cine, y yo de tanta gloria no sabría por dónde empezar. Lo que más anhelo es una casa propia, poder moverme libremente y que alguien me ayude a hacer los deberes, o sea: ¡volver al colegio!".
Al principio la comida en el anexo era buena. Miep compraba carne al carnicero de su confianza. Un panadero le hacía panes y traía verdura, papas de la verdulería entre las 12.30 y 2 de la tarde, horario en el que los empleados del almacén se iban a casa, y no había posibilidades de que pregunten a dónde iba tanta comida.
Las personas escondidas se hacían sus propias salchichas de la carne picada.
El primer año había suficiente comida pero cada vez fue haciendo más difícil conseguirla. Las reservas en el ático empezaron a escasear y Miep y Bep necesitaban cupones para comprar la comida. Las personas comunes podían comer con sus cupones de racionamiento, pero los escondidos no tenían cupones, porque no existían. Entonces era difícil conseguir comida. Los protectores debían comprar en el mercado negro. Y los precios subían semana a semana.
Después de los primeros 18 meses la provisión de alimentos empeoró, la persona que conseguía con cupones extra de racionamiento a los protectores, fue arrestado.
Ana tiene miedo a los truenos, los disparos y aviones. Ella se siente más segura en la cama de su padre. "Sé que suena infantil, pero espera hasta que te suceda a ti, el bum, bum de las pistolas hacen tanto ruido que no se puede oír ni la propia voz”. A Ana le gusta el repique del reloj Westertoren, sin embargo. El Westertoren está casi al lado del escondite en Prisengracht, por lo que la familia puede escuchar fácilmente las campanas que repican cada 15 minutos. "Es muy tranquilizador. Especialmente por la noche”.
Todos los escondidos leen mucho. Cada semana Miep les trae cinco libros de la biblioteca y son felices cuando llegan estos nuevos libros. Peter y Margot ya tienen 16 años y se les permite leer todos los libros, pero a Ana se le deben aprobar los libros que ella lee. Aunque ella quiere leer libros para adultos.
Los escondidos tratan de pasar buenos momentos a pesar de su situación. Durante algunas el miedo podía superarse; por ejemplo, durante una fiesta de cumpleaños, cuando se presentaban pequeños regalos creativos y se leían poemas cómicos o durante la celebración de Januca (Una fiesta judía de las Luces) o el Día de San Nicolás en las que se encendían velas sólo por diez minutos y se compartían pequeños presentes traídos por los protectores.
Ana está preocupada. Su padre está enfermo: “Él tiene una temperatura alta y está cubierto de manchas rojas. Ni siquiera podemos llamar a un médico ", escribe.
La madre de Ana intenta bajarle la fiebre, y después de unos días su temperatura disminuye y las manchas extrañas, también. "Es aterrador estar enfermo en el anexo", escribe Ana.
Si tiene que toser hay que esconderse debajo de una manta, de lo contrario la gente en el almacén de la planta baja se puede oír, pero el cosquilleo no desaparece si tose discretamente.
Cuando Ana se enferma, toser debajo de las mantas no es lo peor. Lo peor es su compañero de cuarto, el Sr. Pfeffer que actúa como médico y escucha sus pulmones: “Entonces él pone su cabeza engominada en mi pecho desnudo para escuchar los sonidos", escribe Ana. "No sólo su pelo me hace cosquillas sino que me da vergüenza. ¿Por qué debería poner su cabeza en mi corazón? Después de todo él no es mi novio".