Todos somos distintos, cada sujeto es sólo igual a sí mismo, pero el desafío es que todos ejerzamos los mismos derechos, las mismas oportunidades.
La inclusión es un contenido del proceso educativo cuyos principios se aprenden y se enseñan, orientados a la construcción de una ética de la otredad. Se trata de la sensibilidad por el otro y la responsabilidad por el otro. Cada alumno es un facilitador para la inclusión de su compañero, atento a sus necesidades y requerimientos.
Educar en un tiempo de individualismo e inmediatez, de competencia inescrupulosa en el triunfo sobre el otro, en el consumo como supremo valor, es un desafío complejo.
La escuela se orienta a la ética de la otredad, a los principios de la solidaridad de la inclusión de la responsabilidad por la protección de los derechos del otro.
Cada uno de nosotros, cada uno de nuestros alumnos tiene talentos y dificultades, aspectos desarrollados y otros en los que se manifiestan limites. La inclusión reciproca es la que se nos propone incluirnos unos con otros fortaleciendo las capacidades y talentos y ayudando a disminuir el impacto de la limitación.
No se trata de unos que incluyen a otros, sino de incluirnos mutuamente. Tampoco supone que cada alumno deba ser amigo de todos, sino de desarrollar un principio ético en el que cada uno es responsable de ayudar a facilitar a sus compañeros, en la mini-sociedad que representa la escuela.
La ética por la otredad será un valor que construido en la escuela le permitirá a nuestros alumnos insertarse en la sociedad en su conjunto con una visión de sujeto comprometido con el desarrollo de mejores condiciones de vida para todos.