La mínima experiencia física o verbal que moleste, maltrate, lastime a un sujeto la llamaremos violencia.
Una experiencia de violencia detectada tempranamente nos permite disponer de muchos recursos para visibilizarla, operar sobre ella y anularla o al menos encausar su resolución. Toda vez que se deje pasar por alto experiencias “pequeñas” de violencia se instalan umbrales de aceptación que tienden a incrementarla.
Nadie nace violento, sino que devuelve, de algún modo, la violencia recibida.
Ningún chico nace con conductas violentas, la hostilidad recibida, la escasa o nula contención, desarraigos, condiciones precarias de vida, adultos ausentes, desinteresados o sumergidos en conductas sociales delictivas, la exclusión social, son favorecedoras de construcción de violencia en chicos y adolescentes.
Adultos cercanos, presentes e interesados son facilitadores de espacios de reflexión, elaboración y construcción de alternativas.