Otto Frank, percibe el riesgo de quedarse en Alemania y en febrero de 1934 toda la familia, Edith, su mujer, Margot, su hija mayor y Ana, emigran a Ámsterdam. Estaban confiados que el nazismo no iba a llegar a Holanda y, como muchos judíos alemanes, abandonan su país.
Otto Frank comienza a construir su empresa vendiendo un gelificante para la elaboración de mermeladas.
Los Frank se instalan en una vivienda situada en la plaza Merwedeplein, en un barrio nuevo de Ámsterdam. En el mismo vecindario se establecen más y más refugiados provenientes de Alemania. Ana y Margot van a la escuela y aprenden holandés en poco tiempo. Otto y Edith Frank entran en contacto con otros refugiados alemanes.
Conocen a Hermann y Auguste van Pels, a su hijo Peter y a Fritz Pfeffer, quienes más tarde se sumarán a ellos en el escondite. Los van Pels huyen de la ciudad alemana de Osnabrück en 1937. Hermann van Pels se convierte en socio de Otto Frank.
En Alemania, Hitler comienza a desarrollar una industria de armamentos y a formar un gran ejército. El desempleo disminuye rápidamente. Los nazis prestan gran atención a la formación de los jóvenes.
Hitler y su partido despiertan gran entusiasmo, usando diferente modos de llegar a las masas a través de la propaganda y la educación.
Hay opositores, pero la mayoría calla por miedo a la violencia y al encarcelamiento. Las medidas antijudías son aceptadas como añadido inevitable: suscitan poca resistencia.
Hitler tiene dos grandes objetivos: la creación de un pueblo alemán superior, “de pura raza”, y el establecimiento de un gran imperio alemán, para lo cual es necesaria la conquista de nuevos y amplios territorios.
Los nazis no sólo consideran que los judíos son seres inferiores, sino también peligrosos. Están obsesionados con la idea de que “los judíos” detentan el poder en todo el mundo y de que pretenden aniquilar a la llamada “raza aria”.